Las consecuencias del operativo donde murió el jefe del Cártel de los hermanos Beltrán Leyva en Cuernavaca al cierre de 2009 no terminan de mostrar los límites a dónde llegarán. Informaciones fragmentadas empiezan a armar el rompecabezas de las diferentes fases de esa acción. Quién lo hizo. Qué sucedió en el enfrentamiento. Qué sucedió después. Quiénes recibieron amenazas de muerte por tapizar con billetes el cuerpo de Arturo Beltrán Leyva. Cuáles son los mensajes que se han enviado, desde el poder, al Cártel herido. Las respuestas empiezan a llenar los hoyos negros en este episodio de la guerra federal contra el narcotráfico.
¿Quién lo hizo? El gobierno informó que la operación la hizo una unidad de élite de la Marina que seguía la pista de Beltrán Leyva. La unidad de élite, de acuerdo con nuevas informaciones proporcionadas a dirigentes políticos, tenía menos de 15 días de haber regresado de un entrenamiento especial en Estados Unidos. No fue sólo una mera decisión presidencial que fuera la Marina la que se encargara del tema de Beltrán Leyva, sino que fue una imposición implícita de Washington, donde la DEA aportó los elementos finales de inteligencia que pusieron al comando especialmente entrenado por ellos, sobre la pista correcta. El comando no iba a tomar prisioneros.
Una semana antes, el 12 de diciembre, el comando fue por Beltrán Leyva que, según la inteligencia en su poder, se encontraba en un fraccionamiento exclusivo en Lomas de Ahuatepec, dentro de Cuernavaca. Una residente en el lugar, Patricia Terroba de Partida, recibió una llamada de su hermano quien le notificó que su madre se encontraba en el hospital, por lo que tomó su camioneta y salió apresurada del fraccionamiento. Los marinos, que ya habían tendido el cerco, le hicieron el alto, pero ella no se detuvo. Le dispararon y la mataron. Poco después se enfrentaron con la escolta de Beltrán Leyva, quien pudo huir y esconderse en otra zona de la misma ciudad, aparentemente herido, según información de la DEA.
¿Qué sucedió en el enfrentamiento en Cuernavaca? La operación comenzó antes del crepúsculo. El Ejército proporcionó la seguridad perimetral para que el comando de élite penetrara y realizara la operación. La Marina sabía a lo que iba y alertó a la prensa, a la que llevó del Distrito Federal a Cuernavaca en vehículos oficiales. La unidad de élite llegó a las torres en un condominio exclusivo a bordo de helicópteros, de donde descendieron desde el aire unos 15 elementos, deslizándose en rappel hacia el suelo. Otro grupo en camuflaje cerró los accesos a los condominios y llevó a los vecinos al gimnasio. La balacera comenzó cuando las escoltas de los jefes de la banda les tiraron dos granadas.
La información que se maneja en altos círculos políticos es que cuando el enfrentamiento tocó la puerta donde estaba Beltrán Leyva, hubo una negociación y se permitió que salieran dos mujeres –que figuran como detenidas en el incidente- y una niña. El fuego se reanudó, inclusive dentro del departamento. Uno de los sicarios decidió tirarse varios pisos por la ventana, y cuando iba en el aire le dispararon con balas expansivas, que fueron las que utilizaron los comandos.
¿Qué sucedió después? Los marinos dejaron entrar a la prensa. Quien primero lo hizo fue un equipo de televisión que grabó el momento en que se colocaban los billetes sobre el cuerpo de Beltrán Leyva, pero los responsables de noticieros decidieron no difundir esas imágenes. Después entró el fotógrafo de El Universal, cuyas gráficas fueron vendidas a las agencias de noticias internacionales y los editores se ufanaron de haber tenido la “exclusiva”. El resultado inmediato fueron amenazas de muerte contra el fotógrafo, mientras que la manipulación de las imágenes desvirtuó el operativo y generó, con el asesinato de la familia del marino que cayó durante el operativo, el temor del quid pro quo con los narcotraficantes.
¿Cuáles son los mensajes? La respuesta del Cártel de los Beltrán Leyva a través de sus aliados tácticos Los Zetas con la ejecución de la familia del marino en Tabasco, hizo ver en las más altas esferas del poder que la respuesta del narco por la manipulación del cuerpo y de la difusión de las imágenes, se podía extender. La semana pasada se recurrió a un militar para que enviara un mensaje al Cártel de los Beltrán Leyva a fin de que la guerra se mantuviera dentro del parámetro de los actores, no de sus familias. El miedo que recorrió el organismo en altos niveles del gobierno es que la respuesta del narco por lo que sucedió en Cuernavaca tuviera como próximas víctimas a hijos de altos funcionarios. La seguridad sobre las familias de funcionarios específicos se ha redoblado en previsión de una respuesta negativa del cártel sobre la propuesta de dejar fuera del teatro de combate a quienes no tienen participación alguna en él.
No se sabe si es el mensaje pudo ser transmitido en sus términos, y menos aún si existe una respuesta. Pero Cuernavaca muestra un punto determinante en el cambio de los términos en que se planteó la guerra contra el narcotráfico, tanto en el tipo de unidades de élite altamente capacitadas para entrar a combatir bajo parámetros de una guerra total, como en el orden de prioridades que están siendo consultadas o establecidas por Washington. También arroja un aprendizaje apresurado para el gobierno y los medios, que por sus actitudes recientes reflejan rasgos de frivolidad que el miedo los ha puesto a reflexionar sobre su papel y su proceder. Esta guerra declarada por el Presidente no es un capricho retórico, y hay que entender que tras Cuernavaca se abrió una nueva fase de la lucha que avizora más violencia y dolor colectivo en los meses por venir.
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